Un poco de Galicia en cada bocado

lunes, mayo 27, 2013

Aunque para visitar Galicia no se necesita ninguna excusa, tal y como están las cosas y viviendo a 1000 km de allí, por lo menos parece interesante que pueda armarse uno de razones para, por lo menos, pegarse una escapadita de vez en cuando.




Hace unos años, Jose emigró de Cádiz a Galicia por amor, llegó como un cuerpo extraño, sin conocer ni las costumbres ni el idioma, pero después de estos años, ya con familia gallega, se ha impregnado de esa forma de vivir tan particular que tienen los de allí, hasta tal punto que, con otros tres chiflados que se hacen llamar "los sargos bravos" dedica el poco tiempo libre que le queda a patearse los acantilados de las rías altas e intentar sacar del mar algunos de los sargos que se alimentan entre las rocas (sus aventuras y desventuras se pueden seguir en su fantástico blog Vareando por el Atlántico).

Esta pequeña historieta familiar me sirve a mi como excusa para escaparme una o dos veces al año a Galicia y de paso poder disfrutar de esta tierra de paisajes maravillosos y gastronomía inigualable.

El pasado fin de semana ha sido una de estas ocasiones. Jose y Carina bautizaban a Damián, su segundo hijo, al que he tenido el honor de apadrinar y. cómo no, he podido disfrutar una vez más de la manera tan fantástica que tienen allí de entender la gastronomía.

Ciertamente que las espectativas creadas ante la comida de celebración del bautizo eran altas, ya que repetían restaurante tras el clamoroso éxito obtenido en el bautizo de Sofía, su primogénita, y esas expectativas se vieron satisfechas e incluso superadas.

La cita fué en la Marisquería Ríos, un precioso local situado en las afueras de Coruña. El restaurante, que cuenta con muy buenas críticas en distintos portales de internet, tiene un salón amplio y acojedor y dispone de una pequeña sala que, a modo de reservado, sirvió de escenario ideal para los 20 invitados que compartimos el almuerzo.



Tienen los gallegos un respeto reverencial por la comida del que no sólo no se avergüenzan sino por el que sacan pecho sin rubor. Valoran tremendamente la calidad del producto y, sobre todo, la de su producto local, y no es de extrañar, porque lo que tienen allí es prácticamente oro comestible. Esta sensibilidad, este gusto por lo bueno, está impregnada en su ADN y es una cosa que impresiona a los que venimos de fuera, acostumbrados a una suerte de mestizaje culinario que, en demasiadas ocasiones, lo único que respeta es que el restaurante en cuestión cuadre lo antes posible las cuentas...

El almuerzo fue precisamente, un canto a lo gallego, una apuesta orgullosa por la calidad del producto local, un trozo de Galicia en cada bocado...

Sin ánimo de ofender a nadie en concreto, las celebraciones tipo bodas-bautizos-comuniones que se dan por el sur se están convertido en un sota-caballo-rey que no dice nada. En general se despliegan muchísimos entrantes, que se suelen tomar de pié y en el exterior, aprovechando el buen clima que tenemos por aquí. Suelen ser malillos y, como ya digo, claramente excesivos, por lo que cuando uno por fin se sienta a comer, apenas queda apetito para afrontar el almuerzo de verdad, que habitualmente consiste en un plato individual de marisco y/o embutidos, sorbete de fruta y cava, un plato principal de carne o pescado a elegir y tartaza o pastelitos. No prima la calidad y, ni mucho menos, brilla el producto local, que en Andalucía también lo tenemos de excelente calidad...

En la comida de este fin de semana, existían dos ventajas claras, el pequeño número de comensales y el hecho de que la comida fuera en un restaurante y no a través de un catering, ambas circunstancias favorecen una atención mucha mejor por parte de los camareros y también unas posibilidades de elaboración de platos mucho mayor.

Desde que pusieron las cestas del pan comenzó el espectáculo. En estos tiempos de panes precocidos que se convierten en chicle a los 20 minutos de comprarlo, ver un pan como este es como para que se te caigan dos lagrimones. Esponjoso, oscuro, de corteza gruesa y sabor exquisito, con el punto de acidez y los matices de sabor que revelan una fermentación pausada a partir de masa madre y un horneado a conciencia en horno de leña. Ya conocía y apreciaba el pan gallego, que en general es de mucha calidad, pero este pan que nos sirvieron no necesitaba ningún acompañamiento, casi se podía considerar un primer plato...



En seguida empezaron a llegar los entrantes, pocos en número, suficientes en abundancia y gigantes en calidad. En primer lugar apareció una empanada de bonito, hecha con masa de hojaldre (yo soy más partidario de la masa de pan), pero abundante de relleno y magnífica de sabor.



Después, croquetas o bocaditos de marisco, deliciosas piezas de un solo bocado con un intenso sabor a mar.


A continuación, un clásico, tabla de pulpo a feira, o pulpo a la gallega, en su punto de cocción, sal y pimentón, sobre una base de patata nueva de excelente calidad.


Para seguir, una fantástica fuente de navajas, o como decimos por Cádiz, muergos, en este caso venían cocinadas simplemente a la plancha y de verdad que no necesitaban nada más, cuando el producto es bueno ¿para qué disfrazarlo?


Por último, zamburiñas en su concha, sutilmente cocinadas con aceite, ajo y perejil. Un auténtico espectáculo, de sabor delicado y textura indescriptible.


Pero lo mejor estaba aún por llegar, de plato principal se ofrecían tres opciones a cual más atractiva, entrecot de ternera gallega con patatas y pimientos de padrón,


caldeirada de merluza y rape con pimiento roja y verde y patata nueva,


o arroz con bogavante, que fue mi opción.

Todos los platos fueron muy celebrados, pero merece especial mención el arroz con bogavante, uno de los mejores arroces que he comido jamás. Intenso de sabor, en su punto de cocción y caldoso como mandan los cánones, con una generosa ración de bogavante que daba al guiso un sabor dulce maravilloso. Además la ración por comensal era tan excesiva que no nos quedó otro remedio que contemplar entre lamentos como una buena parte del guiso volvía sin tocar a la cocina.


Todo esto estuvo regado con blancos y tintos de la tierra que no desmerecieron en absoluto la calidad de la comida.


Para terminar, una deliciosa milhoja de crema pastelera y merengue, confieso que de primeras no me entró mucho por el ojo, pero al corte prometía mucho más y, después de probarla, tengo que decir que era fantástica. Capas crujientes intercaladas con una fantástica crema pastelera que contrastaba perfectamente con el dulce merengue que decoraba el exterior.




Si a todo esto sumamos licores y copas, un tiempo primaveral, y un local con terraza exterior, no es de extrañar que la celebración se alargara hasta bien tarde.

Independiente del fantástico momento familiar vivido, me vuelvo de Galicia con la certeza de haber visitado una vez más un templo de la gastronomía y con la sensación de que otro modelo es posible. Debemos de grabarnos a fuego en nuestro subconsciente el orgullo por todo lo bueno que tenemos cerca de nosotros, ¿qué necesidad tenemos de ir a buscar productos baratos al otro lado del mundo si tenemos otros excepcionales a dos pasos de casa?. Tenemos que hacer de la calidad nuestro patrimonio y construir un patrimonio gastronómico de calidad, primero, para disfrutarlo y después para que suponga un atractivo más para todo aquel que visite nuestra tierra.


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10 Comentarios

  1. Javi,compadre,gracias
    Me he emocionado al empezar a leerte, me emociona todo el cariño que recibo de tus palabras que es el mismo que percibo en tu persona. GRACIAS

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    1. Gracias a vosotros por permitirme formar parte de vuestro maravilloso mundo

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  2. Que maravilloso menú!!! Se hace la boca agua, sólo de pensar en estos manjares!!!
    Estoy deseando volver A Coruña y degustar estas maravillas culinarias.
    Un beso!!!
    www.nines-miscosas.blogspot.com


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  3. Dios qué buena pinta tiene todo!
    Excepto las patatas fritas que acompañan al entrecot, pero eso es perdonable ;-)
    Yo también hubiera elegido el arroz caldoso, me encanta y es muy difícil encontrarlo bueno en restaurantes, mejor cocinarlo en casa.
    Muy buena entrada Javi.
    Saludos.

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    1. Muchas gracias por tu comentario Vicky, le verdad es que hasta las patatas estaban buenas. Aún ahora días después pienso con dolor en todo lo que se llevaron los camareros sin comer...

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  4. Ais que morriña me ha entrado!! Vuelvo a Galicia en julio y, cómo siempre, espero venir satisfecha de marisco y pescado hasta mi próxima visita.

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  5. Que buen acontecimiento para subir a Galicia y disfrutar de su gastronomia, merece la pena hacer Kms...cuando estuvimos allí pudimos degustar algunos de estos platos que nos has presentado.. que buena la comida. Me quedo con ese arroz y las zamburiñas...
    ¡A seguir comiendo tan bien..¡¡

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    1. La verdad es que la ocasión merecía el esfuerzo y si además nos llevamos esto en el cuerpo, doble recompensa

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